26 de junio de 2009

Gran éxito en Oviedo.

Diana Díaz en LNE, hoy:
[i]Una de las mejores galas líricas que se han podido escuchar en Oviedo, por no decir la mejor, en las últimas décadas. Esta era la impresión general entre el público que el miércoles asistió a la gala lírica benéfica que, en el teatro Campoamor, reunió a dos voces de enorme reclamo y distinto temperamento, Elina Garanca, que fue la verdadera protagonista de la velada, y José Cura. Pasiones desatadas que no fueron para menos.

La OSPA, todavía con su temporada de abono recién clausurada, se hizo cargo de la parte instrumental con la profesionalidad esperada en este tipo de repertorio. Al frente del concierto volvió al Principado Karel Mark Chichon, uno de los últimos nombres más aclamados en la dirección lírica, y muy valorado en la música sinfónica. El director gibraltareño sacó punta a los diferentes estilos de instrumentación, en un discurso vivo y de colores y dinámicas bien articulado. Encontró así gran respuesta en la OSPA -aun en un cuadro bastante constreñido por las dimensiones del escenario-, que mantuvo el buen nivel entre sus familias de instrumentos, especialmente el viento madera, con partes solistas geniales, y también la cuerda, ligera y flexible.

De este modo, la obertura de «La forza del destino» abrió la velada, con riqueza de contrastes en una instrumentación refinada. «Otello», que sentó modelos para los autores de ópera posteriores a Verdi, continuó el programa con la presentación de Cura. El tenor se lanzó a cantar, tras un breve ejercicio de relajación corporal en el mismo escenario, el estremecedor «Dio! Mi potevi scagliar», que fue una de las páginas con los mejores momentos de la actuación del tenor. El cantante argentino, con una de las carreras más polémicas, transmite un dramatismo como pocos, aunque la sobreactuación puede caer en poses histriónicas. Pero sumado esto a un timbre bello y buen músculo, lo convierten en un valor sugerente con las de ganar, más allá de inventos de mercado. En su momento, canalizar unas aptitudes a través de la técnica que asegure el camino, es indispensable. Uno debe plantearse cómo resuelve su papel y, luego, qué aporta.

La gala recibió después a la princesa de Eboli en la voz de Garanca. En «Nel giardin del bello» la cantante letona dio la primera lección de canto, y de buen gusto. La ópera «I Pagliacci», del verista Leoncavallo, siguió en el programa con su delicado intermedio y la famosa aria de Canio «Recitar? Vesti la giubba», interpretada por Cura en el carácter que mantuvo el tenor, con necesidad de mayor regularidad en la línea de canto y problemas en el agudo.

Con los extractos de «Maria Stuarda» llegaron después, de la voz de Garanca, momentos estelares. En el aria «Ah! Quando all'ara», con increíble «cabaletta», la mezzo brilló con su habitual elegancia y un canto depurado, de una perfección y equilibrio natural, al que se añade una versatilidad y musicalidad que la letona ha ido ganando con los años. De este modo, ya en la segunda parte, la mezzo, con otra sensualidad con el toque del mantón de manila, hizo que sobresalieran en el programa las canciones «Près des remparts de Séville» y «Les tringles des sistres» que canta la Carmen de Bizet.[/i]

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Aurelio M. Seco en La Voz
[i]José Cura y Elina Garanca, dos de los más importantes cantantes de la actualidad, ofrecieron el miércoles en el Campoamor un concierto benéfico, organizado por Cajastur en favor de la Fundación Banco de Alimentos. Estuvieron acompañados por el notable director gibraltareño Karel Mark Chichón --esposo de la mezzosoprano-- y la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, en lo que supuso su último compromiso artístico antes de las vacaciones. Fue el último pero también uno de los más interesantes del año, fundamentalmente por los cantantes, dos voces realmente excepcionales que, cada uno a su manera, convirtieron la velada en un auténtico placer para el público, que inexplicablemente dejó muchos asientos vacíos.

Elina Garanca resplandeció durante toda la noche. Fue la auténtica protagonista, lo que ya es decir teniendo al lado a José Cura, uno de los grandes tenores de la actualidad que, sin embargo, a lo largo de su trayectoria no ha sido capaz de desembarazarse de ciertas excentricidades interpretativas que lastran sus excepcionales cualidades líricas. La mezzo letona deslumbró en todo. Su saber estar fue modélico, lleno de elegancia y carácter. Con un timbre luminoso como pocos, convirtió cada una de sus versiones en algunos de los más brillantes momentos líricos del año. Resultó asombrosa su precisa pronunciación del castellano, y su elegante desenvoltura --alejada de toda exageración racial presente en tantas cantantes-- en Al pensar en el dueño de mis amores , de Las hijas de Zebedeo de Chapí. También sorprendió su facilidad para emitir, sin esfuerzo aparente, un gran volumen que, no obstante, no se percibió de manera brusca, sino perfectamente afinado y exquisito en las formas. Por seguir, se podría hablar de su admirable fiato y, quizás, de una interpretación a la que no le sobraron matices, si es que se quiere rebuscar demasiado.

De José Cura poco se puede decir que no se haya dicho ya. Su entrada en escena con un fragmento de Otello de Verdi resultó soberbia y sirvió para acostumbrar al público a su peculiar personalidad. Su línea de canto es excesivamente generosa en lo dramático, llegando a perder algo el aspecto lírico, que resulta básico si es que se habla de belleza canora. Eso fue lo que sucedió en la archiconocida Vesti la giubba , en la que se echó en falta un lirismo más relajado y cantabile .

Cura es un cantante que en escena mantiene un comportamiento bastante particular, hasta poner a prueba la paciencia de músicos como Héctor Corpus. Pero posee una voz inmensa y de gran atractivo. En el grave resulta insuperable, y en el agudo y bien colocada, antológica. Musicalmente la velada tuvo el aliciente de un interesante director, Karel Mark Chichon. Las versiones fueron de circunstancias, es decir, que fallaron muchos detalles interpretativos, seguramente porque faltó tiempo de ensayo. Pero el director conocía perfectamente las obras, y removió adecuadamente a la OSPA, con una gestualidad que podría ser interpretada como exagerada si los ensayos hubieran sido más, pero que atendiendo a la realidad de las cosas resultó necesaria para sacar lo mejor de la orquesta. [/i]

1 comentario:

Marga dijo...

Muy interesante lo que escribes, ¿vamos a poder escuchar el concierto, a través de algun tipo de enlace?

Gracias